se fue al cine

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¿No es que solo ellos no sabían votar?

Publicado: hace 9 horas

«¡Es que no hay otro!», me respondió un viejo taxista con la seguridad desalentadora de esos pocos que se quedaron sin empleo y que recorren la ciudad desde los años de Fujimori. Se refería a López-Aliaga. Le había preguntado por quién pensaba votar. Pagué la carrera medio resignado, pero a la vez con cierta comprensión de la respuesta de aquel viejo y no porque precipitadamente estuviera en la razón.

En las últimas semanas el alcalde de Miraflores ―cuyo nombre creo es Carlos Canales, o algo así― es tendencia por haber inaugurado un largo puente peatonal con vista al mar. Quienes residen en los distritos de Barranco y Miraflores, que ahora une el puente, han expresado su molestia por la iluminación LED, la cual es viciosa y desmesuradamente de lustre, al punto que empaña la visión de quienes se ubican en los balcones de los apartamentos. Contaminación visual, le llaman.

Puente, además, modernista de un vistoso y chillón azul que no guarda armonía con el entorno de laderas verdosas y otras de color tierra, y un horizonte de mar que lo rodea y que ―por alguna “azarosa” coincidencia―, le han echado pintura del mismo color que rellena el símbolo electoral de la agrupación política a la que pertenece el alcalde de Miraflores, el partido de Rafael López-Aliaga, quien, eventualmente, dejaría de ser el burgomaestre de Lima Metropolitana si es electo presidente.

Ayer, un grupo de miraflorinos acaba de realizar un plantón ante un nuevo ataque de huachafería del ya antes mencionado, y la inminente “renovación” y modernización ―será una pileta “cibernética” (???)― que amenaza con tirarse abajo las palmeras históricas que adornan la rotonda del óvalo Larco.

Al parecer, para el actual alcalde de Miraflores no hay suficiente queja, pedido por las buenas, o solicitud vía mesa de partes que corra por los canales correctos de la administración pública, que le sean válidos. Su necedad a escuchar le restan ahora mucha popularidad, lo cual pareciera importarle poco. En formas, tiene algo de parecido a ese ministro Santivañez que es la encarnación de la cultura lumpen, de la “criollada”, y el pecheo del patán y malcriado que cree ha ascendido a la cima y ahora se considera un reyezuelo. Taras y estigmas para esa otra clase de peruano que busca marcar distancia y hace intentos por no verse estereotipado fuera de las fronteras del país por un tipo que es defensor de personajes ligados a turbios e ilegales negocios.

Hace dos años y poco más, en 2023, durante el affaire Castillo, Latín American Studies Association convocó a un grupo de intelectuales con el fin de intercambiar opiniones sobre la coyuntura de un presidente derrocado “que vino a desestabilizar al país” ―hay cuota de ironía―. Dentro de las discusiones, Marisol de la Cadena, una de las invitadas, se valió de «Castillo no lee y por eso fracasó», para ejemplificar el epistemismo velado entre peruanos alfabetizados y no alfabetizados; es decir, un conocimiento que yo como persona instruida ―según creemos― me confiere una jerarquía sobre los “iletrados” o “los mal alfabetizados”, lo que daría explicación al voto fallido y errado de parte de ellos en las últimas elecciones presidenciales.

«El conocimiento establece jerarquías», sentenció a modo de diagnóstico. Además, «Ellos no saben; nosotros, sí», o «Los seguidores de Castillo tienen escasa capacidad de discernimiento», fueron otros dos enunciados, suerte de pensamiento colectivo extendido, de las que se valió para ejemplificar su análisis. «Muestras de grados de superioridad que creemos gozar y abusar cuando en juego están nuestros beneficios, ya que “solo mi posición y mi verdad es la verdad”», añadió.

Carlos Canales fue elegido alcalde de Miraflores con 38 % de los votos válidos ―su más cercano competidor obtuvo 11%―. Ganó fácil y por amplio margen. Mientras en 2021, la diferencia entre ese campesino de sombrero y su tribu de rurales que vino con él y la ―alguna vez― estudiante de la Universidad de Boston, Keiko Fujimori, fue de 0.25%. A Canales fueron los vecinos miraflorinos, y nadie más, quienes le cedieron el asiento del sillón municipal del excelso y distrito epítome de la Lima moderna, cosmopolita y civilizada ―no la “conera”―. Y al parecer se equivocaron sonoramente.

Sobre esto, he preguntado a amigos miraflorinos, «¿por qué ustedes, con su nivel de instrucción, con su racionamiento infalible y promedio cultural en apariencia sobresaliente, votaron por él? ¿Por qué le abrieron la puerta de su casa?

No han sabido o no han querido responderme hasta ahora.


Escrito por

Marco Antonio Panduro

Iquitos (1974). Autor: CRÓNICA VAGABUNDA, APUNTES PERDIDOS, LOS AMANTES DE MI ABUELO, NUNCA ANTES & NUNCA DESPUÉS, y MODERNIDAD CARNAVALESCA


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