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Las Trece de la Isla del Gallo

Publicado: 2025-02-13

A decir de Marco Martos el título de esta compilación de poesía Las Trece de la Isla del Gallo (Sial Pigmalion, 2021) puede que diga más a quienes se encuentran al otro lado del charco. De todas formas es generosa la imagen que intenta darse, la de trece mujeres poetas que van conquistando un territorio… en avanzada.

¿Pero esta reunión de poesía es una visión ontológica colectiva de una categoría humana; de esta categoría bien definida, de esta categoría congénita, frases construidas por el Otro que ya cuestionaba Simone de Beauvoir, o Las trece de las Isla del Gallo es la reunión de poemas escritos únicamente por poetas, a secas?

Tema muy en boga, las preguntas de identidad y el feminismo, y un saldo histórico camino a revertirse.

¿En todo caso, qué dicen estas voces?


Una poeta que luctuosamente ya no está entre nosotros ‒en la dimensión física, al menos‒ es María Lucía Mendo Ferreira (1). En Funeral o Espanto ‒¡oh paradoja de títulos!‒ hay una complicidad en el dolor donde el lenguaje se apertrecha de sustantivos de guerra y de victorias pírricas ‒batalla, emancipación, entre otros términos‒, y en sensaciones de un sujeto lírico en medio de un infierno que dos seres atizan sus llamas.

Estás perturbado!

Pretendes cambiar fluidos de amor

con la que es tu más férrea enemiga

Y que se autocuestiona por la presión del discurso adquirido,

Anestesiada

no veo una prolongación

ni una proyección de lo que alguna vez

intenté ser.

¿Una madre feliz?

¿Una esposa feliz?

¿Una profesional feliz?

¿Una mujer feliz? (p.32)


Rocío Hervias (2) desde parcelas autobiográficas, en MAYO ‒título de uno de sus poemas‒, puede remitirnos con facilidad a la crudeza y el absurdo de los fines, que puede ser entendida también como el ciclo renovador de la vida.

Y al fin del nacimiento está en la puerta, traéme los

Pedazos

que dijiste que traerías, recuéstate y alumbra

el vestido que me rasgaron

los enviados

Sufre, el caminó está, pero ahora sin tu padre, (p. 17).


En la poesía de Pilar Pedraza Pérez Castillo (3) el lector se topa con el erotismo desde la voz lírica y un sujeto poético que aguarda su voz como mujer.

Me somete el perfil

De tu silueta agreste

Tus senos de joven montaña

Tu viento vacío y resbaladizo (p. 46)

Más también un rezo y un rechazo que suscita la sexualidad en unos versos afanosos del pecado, unas líneas que imploran el perdón por la culpa, recaído el goce sobre la mujer que bajo la lupa de los convencionalismos sociales la juzgan.

Despójame de los encajes de la lujuria

(…)

limpia mi cuerpo con agua bendita

sana mi alma

con rezos y bendiciones

rescátame del infierno para emprender el ascenso. (p.47)


Patricia Temple (4), plena de erotismo, se desborda en la misma medida que su lirismo adquiere un ritmo de vértigo. Patricia Temple verbaliza al erotismo y erotiza a cada verso. Aquí unos de A TU ANTOJO:

Escudriña mis costillas y hazlas cantar

sean tus yemas hormigas bravas sobre mi piel (…)

Rocía, llovizna, graniza, humedece tibio,

Brota hiervas, vergeles en mi prado

(…)

embiste mi cintura a besos (p. 72)

En otro poema exorciza el verso

Azotas pudores, los derribas (p.73)


Partícipe también del erotismo, Navale Quiróz (5) con versos siderales, los de YO ERA UNA NEBULOSA

Estiras los dedos de fuego y me haces

mientras me tocas barro y estrellas, mariposa y flor,

dragón en batalla

corre el río y riega mis venas (p.52).

Haciendo una pausa, ¿se hace presente un eros en exclusiva que recorre estas páginas de autoras varias? No tanto.


Elena Pasapera Seminario (6), por ejemplo, en UNA MUJER GRITA EN LA CIUDAD monologa en soledades.

No tengo miedo pero no lo tengo

(…)

Quiero vivir y no puedo

Quién me impide ese derecho (p. 39)

Y en el poema PAÍS la voz lírica se centra en ese eterno conflicto, el del binomio sentimental hacia este Perú.

Mis sueños y la esperanza de ir a tu encuentro pero

no a tu entierro y siempre estoy en tu entierro (p. 43)


En Ana Luisa Ríos (7), poeta loretana, la denuncia social en torno al episodio del caucho se lee en MADERERO AUSENTE con pinceladas paternales.

Lo adivino caminando con sus botas de jebe,

cambió su libertad por una cama de tocuyo

un par de pilas, machetes, hilos, tijeras, linternas, espejos,

cinco kilos de alimentos y una camisa nueva. (p.60)

Coincide Ana Luisa con la bella frase existencial de Navale Quiróz. La primera en PLAYA TIBI hablando de su identidad.

Mis papeles dicen que nací en Nauta,

pero mis ancestros son de todas partes

aunque yo creo que nací libre como las garzas (p.61)

Mientras que para la segunda, su conciencia,

La conciencia

es una playa a la que aún no llego (p.54).


Además de la imagen y una causa social y de identidad, un ingrediente que compone la voz poética en Faviola Silva (8) son los dichos populares. Léase, por ejemplo, VIVIR DOS VECES.

Vivir dos veces

es mirarme con los ojos del mañana

Versos más abajo,

sin culpar a la vida

por la leche derramada,

por el pan que se quemó en la puerta del horno

Y líneas más la anáfora continúa,

Vivir dos veces

es perdonarme por haber creído tanto,

Haberme entregado en cuerpo y alma

sin haber guardado pan para mayo (p.64)


Mercedes Tinoco (9), de variopinta temática, y multilingüe ‒que incluye un poema en quechua y otro en portugués‒, se hace presente con un Joyce combinatorio de tiempos y de juegos de abalorios y de distopías en el IRLANDÉS.

Joyce se hizo calvo y se hizo lento en su caminar incierto.

Ya a nadie le interesaba lo que posteaba en sus Redes sociales.

El mundo le pedía fotos y más fotos y el Ulises perdió claridad.

Entonces, decidió vestirse de traje para ser docente universitario

Pero las universidades en el Perú que tenían Licenciamiento

Pedían tristemente un master que Joyce no tenía. (p. 81).


Sonaly Tuesta (10), la conocida periodista cultural se encuentra también en la lista. Quechuismos que enriquecen y refuerzan la imagen poética en el poema A DÓNDE SE HAN IDO LOS COLORES (consideremos previamente a las aynokas como los lugares donde las familias de una comunidad andina cultivan).

¿Cómo puedo volar por las aynokas y arrancarle el rojo vino

a la quinua pasankalla?

¿Qué te pasó fucsia irreverente, sigues pegado a las polleras?

¿O enloqueciste y has huido con el verde oscuro de las faldas

andamarquinas en plena chimaycha? (p.88)

, se pregunta Sonaly en versos pareados en su mayor parte.


Rocío Valencia Haya de la Torre (11) y sus visiones oníricas y lúdicas de claroscuros en MI GATO TECHERO:

Dormía al pie de mi lecho

Todas las tardes

En las noches salía sigilosamente de mi balcón

Y ya no volvía hasta el amanecer con alguna presa (p.96).


Ana Varela (12) y su voz lírica ‒también loretana‒, es capaz de volverse voz omnisciente en términos de narrativa o una andrógina voz que dicta un pincel que va más allá de abocarse a la tarea de plasmar el típico paisaje costumbrista de exuberancia amazónica. Así, por ejemplo, en NUESTROS ARCHIVOS resuena la voz histórica.

Nuestros archivos guardados en la memoria

(…)

Nuestros pies como los venados,

ágiles entre los montes

corrían desde caminos calcinados por los relámpagos. (p.102)

Imagen de las sangrientas correrías a los indígenas en los infames tiempos del caucho si recordamos este episodio, el genocidio en la Amazonia.


Como se ha visto, hay un poco de todo, aunque no lo suficiente, en el sentido que el lector, pasadas páginas, anhele más explorar, anhele más indagar en concreto a cada autora.

Pero de vuelta a la apertura, ¿si este libro donde se poematizan vivencias, paisajes, historias, la conciencia del ser, sea como fuere, en sí, la vida misma es efectivamente una congregación de un género? Lo es. Una congregación de voces literarias más ampliamente, voces diversas que son trazos ya sobre el papel de la poesía.


Los versos de Isabel Matta Bazán (13) tal vez clarifican mejor el debate como respuesta a la curiosa pregunta. Dicen estos:

Ya nos cansamos

de poner las rodillas en el suelo

y mirar por debajo de tu sombra.

Sé que vinimos a SER

no a jugar al devenir

ni al hombre vomitado en el mundo (p.24)

Sin más, dejamos a los lectores A las trece de la Isla del Gallo.


Escrito por

Marco Antonio Panduro

Nacido en Iquitos (1974), autor de APUNTES PERDIDOS (2020), LOS AMANTES DE MI ABUELO (2023), & NUNCA ANTES Y NUNCA DESPUÉS (2024).


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