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Asomos incómodos

Artículo tomado de Pro&Contra Amazonía Digital

Marco Antonio Panduro

Publicado: 2024-04-01

John Stuart Mill, el célebre filósofo inglés y también economista, a mediados del siglo XIX dejó escrito lo siguiente, «Cuando los enemigos decían: “Mirad cómo se aman los cristianos los unos a los otros” (observación que nadie haría hoy en día), sentían, a no dudarlo, mucho más vivamente el peso de su creencia, de lo que jamás lo sintieron después. A esto se debe, sin duda, que el cristianismo haga tan pocos progresos actualmente».

Quiere decir que la magnitud de lo que evoca ser cristiano no habría llegado a ser jamás lo que es hoy en día, si el obrar de estos, y sus cúpulas, no hubiera sido el de ayer; o mejor dicho, si ayer hubieran obrado como los de hoy.

De haberlo hecho, su éxito expansivo jamás habría ocurrido, si consideramos, en principio, los “oscuros comienzos” de cristianos «como una secta de despreciados hebreos». Sometido al dicho popular, con el correr de los siglos, veinte siglos más tarde, pareciera, poco menos, que la vaca se olvidó que fue ternera.

El tema es controversial y da pábulo a que detractores se suban a cubierta a bombardear una tradición religiosa que fue creciendo de manera exponencial más por imposición que genuina decisión personal, o por la fuerza expansiva de su discurso.

Sucede lo mismo con los profesores, o sucederá lo mismo en el sector educación, donde, en muchos casos, se ha pasado de un propósito noble a una educación deformativa. No está en discusión el modelo educativo implantado por organismos estatales, puede ser cualquiera. La referencia apunta a la actitud de quien ha decidido trabajar con el factor humano en formación.

Mal se haría si, en estos párrafos, nos quedáramos en la crítica generalizada. Debe haber buenos cristianos, los cuales no necesitan de vestiduras, ni hábitos, como también buenos profesores que no han sido subvertidos y amancebados por un sistema perverso y mediocre, y quienes, a contracorriente a la idea extendida, proponen y actúan. Uno de ellos, por ejemplo, y se nos acaba de venir a la mente, es lo conseguido por el equipo de 12 estudiantes del CNI.

El año pasado se dan cita en la Olimpiada Nacional de Matemática junto al profesor Rafael Flores Saavedra –vivo promotor y mentor de las mentes matemáticas– y obtienen podio. Tres para ser más exactos. Uno de ellos, la de oro para el alumno de 5º de secundaria Luis Valentín Babilonia.

Lo más probable es que de vuelta a sus tierra, a Iquitos, no hayan recibido el mínimo reconocimiento y aplauso. A autoridades les gustan solo las fotos de farándula. Sería bueno equivocarse en esta afirmación. Pero recordemos, todo es proceso, paciencia y constancia. En ese camino deben andar esos muchachos bajo la férula amable que quien gusta hacer lo que hace.

De todas formas, el ejemplo de inicio, la observación sobre el cristianismo hecha hace más o menos 150 años por Stuart Mill sigue vigente, con tendencia a la baja, excepcionalidad en el presente, y no una generalidad como lo fue veinte siglos atrás, la de la coherencia entre el peso de su creencia y el obrar de su creencia.

Según entendidos el cristiano vive en el mundo, pero no es del mundo. Es estar en el mundo, pero no ser del mundo. Esto cambia a partir que se vuelve del mundo; mundano, es decir.

Y en cuanto al caso de quien ha escogido o ha sido llevado por las circunstancias de ser maestro, el punto es percatarse de cómo con el tiempo se disuelve la esencia de las voluntades si estas son epidérmicas. En este sentido viene a colación “la moral sin dogmas”, la exaltación de la idealización, y del hombre ideal, en El hombre mediocre de José Ingenieros; o un poco más lejos, El conformista, novela de Alberto Moravia, donde el automatismo es la normalidad. Y aquí puede adecuarse ese automatismo de la mediocridad versión “realidad loretana”.

El iluso profesor termina absorbido por la mediocridad con el tiempo expansivo, y esta se vuelve un colectivo. El factor masa, lo absorbe, el sistema, el tiempo. Y ese factor motivacional sufre mella.

Hemos visto a profesores dormir a pierna suelta, arrinconados en un espacio de una escuela, sin ningún sentido de culpa o pudor, bajo la excusa que todos los demás lo hacen. Así, bajo este modo, no es posible vencer en una guerra, no es posible mantener la moral en alto de la tropa y pretender que se va ganar una guerra…


Escrito por

Marco Antonio Panduro

Nacido en Iquitos (1974), autor de APUNTES PERDIDOS (2020) & LOS AMANTES DE MI ABUELO (2023)


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