#ElPerúQueQueremos

Memorias desde un otoño

Columna tomada de ProYContra Amazonía Digital

Por Marco Antonio Panduro

Publicado: 2024-03-05

El último Premio Casa de la Literatura Peruana, a finales del 2023, fue entregado a Róger Rumrrill en reconocimiento a una trayectoria de más de sesenta años, intelectual que ha transitado entre el periodismo, la defensa de la Amazonía y la literatura.

En estas líneas que siguen hemos decidido ocuparlas en un libro que puede que ni los mismos dadores de aquel reconocimiento hayan tomado en cuenta como mérito literario. Su título: Memorias desde un otoño. Y fue publicado en 1975, un par de años después de su composición y de la experiencia de Rumrrill en Europa, en aquellos convulsos y revolucionarios años.

Es un poemario que, por esas paradojas, ha permanecido casi en el anonimato, oculto desde los tiempos de ideales y de decepciones en los años hippies, de los años de Vietnam, del tiempo de “paz y amor”, y el mayo francés, el cual merecería ser reeditado.

En 1969, Roger Rumrrill viajaba a París, a estudiar cinematografía, antropología y periodismo. Resultado de su experiencia, la de hombre de prensa, la de un hombre de letras en “la ciudad de la luz”, reside su faceta menos conocida, pero a nuestro modesto juicio, la más lograda, porque ante todo creemos que ha sido su alma de poeta quien ha dado fruto a esas otras expresiones: el ensayo, el reportaje, la narrativa.

Memorias desde un otoño es una voz que transita entre Paris, Niza, ciudades francesas, y Vermont, en su primera parte; o Caracas, Washington y Nueva York, en la segunda parte del libro titulada “La piedra de la furia”.

Rumrrill, en este poemario, supo hurgar bien en su tiempo y crear un fondo de hojas caídas del mundo occidental de esos años y encontró en la paleta el color del otoño como metáfora de un desasosiego juvenil. De ahí, tal vez se explique el título del libro, una voz testimonial desde el romántico tiempo de los jóvenes cubiertos empero del opaco clima de aquella estación.

Dijo la crítica de su tiempo que su «lenguaje en apariencia tierno, en el fondo es terriblemente agrio». Es una lectura desencantada del primer mundo que decide solo por protocolo el sino de los que viven en los extramuros, allá, donde las guerras se desatan y donde el hambre arrecia. Debe ser por eso que alguien cercano a la generación de Róger Rumrrill lo describió como «el gran poeta que pudo haber sido…».

Cargado de una musicalidad nostálgica, Memorias desde un otoño puede ser la voz poética de un amazónico, de un joven revolucionario latinoamericano, o con ímpetu de serlo; la voz de un viandante en una acera del mundo, o todos a la vez. Y aquí creemos está su otro mérito. Si nos arrogamos el ser amazónicos y pedimos, casi hasta el clamor, el ser entendidos, aunque para ello quienes se presenten deban reunir el requisito de hacerlo en clave amazónica, ¿por qué no a la vez un amazónico sea capaz de cavilar sobre los conflictos del mundo?

El poemario apertura con:

«Cuando pase el otoño te escribiré una nota

Y te diré lo que ha ocurrido hasta el instante

mismo

en que cayó la última hoja del árbol que es el hombre

[…]

Y te diré que las convenciones de Paz

aún prosiguen en París

(aquí no muere nadie y las conversaciones son agradables)»

La “paz”, irónica, se impregnará como leitmotiv en todos los poemas siguientes. Sorprende su vigencia y desalienta saber que el mundo se ha hecho con la victoria, el mundo le ha ganado la batalla a los trasnochados soñadores:

«Habíamos llegado a creer en las verdades del hombre, en la bondad de los perros de presa. Pero un día descubrimos que la verdad tiene el rostro hundido sobre las manos, que la noche se parece al día cuando los predicadores de la Verdad confunden la paz con el orden. Tú sabes que eso no es verdad, me decía. Yo insistía en el sacrosanto derecho del hombre a existir sentado sobre un pan, de pie, mirando la hoja caer, con su derecho de sentirse vertical y esconder su mano en el bolsillo.

Pero descubrimos que el derecho es una palabra que los banqueros desterraron para siempre de nuestro diccionario, que los políticos ensucian sus zapatos con las páginas de cualquier constitución, que los gobiernos prometen solo los mitos que los poetas inventan, que todo envejece como las hojas que los niños esconden en sus viejos libros. Bueno, es hora de buscar la verdad, decía. Y yo le seguía como un alucinado».

En internet circula una versión escaneada de este bello libro y casi objeto de colección. A los profesores de las escuelas secundarias, quizá no estaría mal cambiar el menú, el recurrente plato desabrido de los envejecidos autores amazónicos de siempre y probar nuevas experiencias. Proveerles un poco más de mundo.

Leerlo es en sí toda una aventura. A modo de cierre dejamos, justamente, unos versos del poema que despide el libro:

«Pero no siempre llego en el otoño, porque a veces cuando parto rumbo a la estación del otoño, siempre atestada, me encuentro con que todos han partido, y yo estoy solo, corriendo con las postas inacabables del día, de la noche, corriendo por las riberas de este sueño».


Escrito por

Marco Antonio Panduro

Nacido en Iquitos (1974), autor de APUNTES PERDIDOS (2020) & LOS AMANTES DE MI ABUELO (2023)


Publicado en