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El relato policial y "le roman noir"

Artículo aparecido en SINTREGUA

Marco Antonio Panduro

Publicado: 2023-12-08

Hace varias semanas, Miguel Ángel Rodríguez Sosa, Mario Suárez Simic, Sebastián Saavedra y quien escribe estas líneas tuvimos larga y placentera conversación en Librería Casatomada. Hablamos en torno a la novela detectivesca, sus afines y sus “ancestros”. Cada uno de los participantes soltamos datos y particularidades. Hubo preguntas de parte del público asistente y también respuestas. De lo dicho y conversado, como es de suponer, daría para un extensísimo artículo. Mas en razón a cuestiones de espacio y su tiempo, podríamos comenzar con estas líneas.

Puesto que hay mucha tela por cortar y mucho por coser (el hard boiled no será tocado) en el lapso de casi una centuria –llevan larga data las pesquisas detectivescas–, resulta más que interesante hacer un parangón entre Edgar Allan Poe y Dashiell Hammet con miras a establecer marcas de tiempo y diferencias claras entre el llamado relato policial y la novela negra.

Aquí unas cuantas pocas.

En 1841 irrumpe como personaje Charles Auguste Dupin en «Los crímenes de la calle Morgue», relato policial con el que Edgar Allan Poe daría el pistoletazo de salida a un subgénero de la narrativa en plena revolución industrial y pensamiento positivista. Se sumarán «El misterio de Marie Rogêt», «El corazón delator», y «El escarabajo de oro», emparentados por la importancia de su poder deductivo.

El factor industrial había jugado rol clave en el desarrollo del género. Las grandes urbes acogen masas migratorias desde el campo, atraídos por los polos industriales. Y las grandes ciudades se convierten en escenarios para las noticias de tinte policial. En los tabloídes, las páginas negras ganan un sitial, y prensa sensacionalista tiene caldo de cultivo en torcidos personajes que cometen crímenes a orillas del lago de un gran parque, o en un oscuro callejón sin salida de barrio peligroso.

Casi cien años más tarde Dashiell Hammett con la serie de novelas aparecidas a finales de los años veinte e inicios de los treinta, inaugura la saga du roman noir en el seno de una crisis económica global tras el crac o el Jueves Negro de 1929. La Primera Guerra Mundial está ya a espaldas de esta nueva sociedad que ha crecido en los años de bonanza de la Belle époque pero que se ve de pronto en medio de una crisis de proporciones tales. Aunque cabe bien enfatizar que el año de publicación en pocas ocasiones corresponde a los años de escritura. Entiéndase con esto que la dinámica económica y el ambiente social inserta en esta y otras novelas sea previo y durante la crisis del 29.

Es evidente que la distancia más saltante es que en Poe hablamos de un puñado de cuentos específicos y Hammett es un novelista del género negro, y su personaje en El halcón maltés, Sam Spade, una suerte de héroe y antihéroe al mismo tiempo. Dupin, en cambio, «es un joven caballero que procede de una familia excelente– y hasta ilustre–[…]».

En los cuentos de Edgar Allan Poe, las primeras páginas –ambientación gótica y de morosa descripción, al decir de Margarita Rigal Aragón– pueden que resulten tediosas hoy en día, pero son esenciales para la configuración de su trama y en consecuencia el final de esta. Un detalle no menor, el entorno en estos cuentos es de suma importancia para el escritor y poeta nacido en Boston. Así como tenemos a un Charles Auguste Dupin que transita por las “rues” de París, en «El escarabajo de oro», cuya historia tiene lugar en Carolina del Sur, la presencia de Júpiter –un hombre de raza negra, como personaje acompañante– contribuye en la ambientación de un escenario diferente al del detective parisino.

Para el relato detectivesco –diferente al policial–, las fuentes vienen de primera mano; es decir, se encuentran en la realidad de las calles. Los personajes de Hammett, digamos, no son investigadores de gabinete ni escritorio. Es el chico con calle. Hecho que se asocia a un parangón entre personaje y autor de la novela quien tuvo experiencia como detective privado antes de partir a la guerra.

Poe requiere de fuentes de otro tipo. En el proceso de creación de su cuento más leído tuvo que recurrir a los juicios célebres de su época, a la novela El conde Robert de París, de Sir Walter Scott y un reportaje periodístico «en el que se relataba cómo un orangután había sido entrenado para entrar por las casas de las ventanas y cometer robos». Dato extra, fue la novela Barnaby Rudge de Charles Dickens influencia decisiva para que Poe se acercara a la composición al juego del misterio resuelto.

En la más icónica de las novelas de Hammett, los cigarrillos Bul Durham constituyen elemento atmosférico de importancia, un ambiente de humo y volutas envuelve los espacios de los personajes, las oficinas de los detectives, las habitaciones de hotel, así como la descripción concisa, mas escogida del mobiliario juega rol preponderante en la creación de la atmósfera.

Hay poca o nula introspección psicológica. A diferencia de los clásicos omniscientes narradores, en el de Hammett, es un narrador que prefiere desconocer ad libitum una parte del todo. No sabemos qué es lo que pasa en la mente del detective que tiene debilidad por las mujeres. En contraparte a esta especie de ostracismo narrativo en la psique de sus personajes –si cabe el término–, el lente visor se detiene para describir a detalle, por ejemplo, los gruesos dedos de Spade. En lenguaje fílmico tendríamos un equivalente al primerísimo primer plano en el siguiente fragmento.

«Los gruesos dedos de Spade liaron con calmosa minuciosidad un cigarrillo, echando la justa medida de hebras morenas sobre el papel combado, extendiendo las hebras por igual en los extremos y dejando una ligera depresión en el centro, haciendo que los pulgares condujeran con movimiento rotatorio el filo interior del papel hacia arriba y luego lo pasaran por debajo del borde superior, en tanto que los demás dedos ejercían presión para luego, junto con los pulgares, deslizarse hasta las puntas del cilindro de papel y sujetarlas, mientras la lengua humedecía el borde, al tiempo que el índice y el pulgar de la mano izquierda pellizcaban el extremo a su cuidado y los dedos correspondientes de la mano derecha alisaban la húmeda juntura, tras lo que el índice y el pulgar derecho retorcieron la punta que les correspondía y llevaron el cigarrillo hasta la boca de Spade».

Así los actos de Spade cumplen con esa descripción que es seca. Sus gestos, sus expresiones sustituyen la labor inmiscuirse en su interior sentimental.

Salta la diferencia entre los relatos de Poe, y en quienes, más tarde labraron este género (Scott, Conan Doyle, entre muchos otros), donde el crimen es una forma de misterio, y requiere de capacidad de análisis para resolver el caso.

«Y la corroboración de esta idea me convenció que por lo menos mis premisas eran correctas. […] La conclusión era evidente y estrechaba una vez más el campo de mis investigaciones».

En cambio, en la novela criminal lo principal no es resolver el crimen –es la “novela de misterio realista” como la cataloga Raymond Chandler en su ensayo El simple arte de matar–, lo que sucederá es «el gradual esclarecimiento de lo que son los personajes».

Así, Brigid O'Shaughnessy es desenmascarada por Spade, de a poco, detalle por detalle sus acciones en las últimas páginas. Son los procederes de esta femme fatale –aditivo indispensable e ineludible en la novela negra– lo que lo lleva a desestimar el amor como siguiente paso razonable si quiere salvar el pellejo.

«—¡No es justo! —gritó ella, y las lágrimas acudieron a sus ojos—. ¡No tienes derecho! […].

Sí, sí puedo. Te metiste en mi cama para que no te hiciera preguntas. Ayer trataste de engañarme por cuenta de Gutman con aquellos falsos gritos de socorro. Anoche viniste aquí con ellos, me aguardaste abajo y subiste conmigo. Y estabas en mis brazos cuando se cerró el lazo. Me hubiera sido imposible sacar la pistola, si la hubiese llevado encima; y si hubiera tratado de pelear, no habría podido hacerlo. Y si no te llevaron con ellos hace un rato sólo ha sido porque Gutman tiene el suficiente sentido común como para no confiar en ti, excepto durante poco tiempo, cuando no tiene más remedio, y porque creyó que yo cometería la imbecilidad de sacrificarme para no hacerte daño, y que por ello nada podría hacer contra él».

Total, algo de la herencia del raciocinio tenía que haber dejado Poe a Dashiell Hammett y compañía.


Escrito por

Marco Antonio Panduro

Nacido en Iquitos (1974), autor de APUNTES PERDIDOS (2020) & LOS AMANTES DE MI ABUELO (2023)


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