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Blas Valera, primer cronista, poeta y lingüista peruano

Artículo aparecido en SINTREGUA

Marco Antonio Panduro

Publicado: 2023-12-08

Si uno tuviera la facultad de eliminar las notas a pie de página de Blas Valera. Primer cronista, poeta y lingüista peruano (Tierra Nueva, 2023) –obra de no ficción y de investigación que requiere por tanto de fuentes y de referencias bibliográficas– tendríamos un libro con acercamientos de fascinante novela histórica contada en su primera parte con gran fluidez.

Su autor, Íbico Rojas, además de Master of Arts en Lingüística por la State University of New York, ha sido ganador del premio nacional de ensayo José Gálvez Barrenechea y primer premio en área de humanidades del Concurso de Producción Intelectual de Docentes Universitarios.

La toma de Cajamarca y la captura del Inca en 1532 es el inicio de los hechos narrados como si fuera la puerta de la historia moderna del Perú. Es poco probable que formara parte del primer grupo de conquistadores que acompañó a Pizarro, pero lo cierto es que, pocos años más tarde de la ejecución de Atahualpa, un capitán español, Luis Valera, ocupaba cargos importantes dentro de la maquinaria virreinal en Chachapoyas.

Como dos hilos que se entretejen para formar un telar, Íbico Rojas realiza una inmersión histórica sobre la transformación de un tal Iñigo López de Loyola cuando en Pamplona, hacia 1521, a consecuencia de un ataque de artillería de las tropas de Francisco I de Francia, queda herido de gravedad en ambas piernas, accidente que provocará, durante su convalecencia, en la conversión de este capitán español en Ignacio de Loyola –para la posteridad, San Ignacio de Loyola–, fundador de la Compañía de Jesús, institución que jugará rol capital – años más tarde, instalada la orden en Perú–, en la vida de inicio de Blas Valera, personaje histórico poco conocido hasta ahora, o al menos no en su real dimensión.

Hay todo un recorrido social y lingüístico de la época previo a la aparición de Blas Valera, perífrasis necesaria en el libro que cierra finalmente en que este “chachapoyano de talento admirable– «Talento que lo convertiría no solo en uno de los jesuitas más distinguidos del país, sino acaso en el peruano de más relieve intelectual del siglo XVI»–, fue el precursor, el primero en hacer intentos que dos mundos congenien, y el tender puentes de entendimiento, pues “así se evitarían masacres”, y la gran influencia en los escritos del Inca Garcilaso de la Vega, tesis que defiende vivamente el autor de este libro.

Se vale de citas de diferentes eruditos entre los que figura el cronista mayor de Indias, Antonio León de Pinelo. «Todo el mundo está de acuerdo en que los escritos latinos del jesuita chachapoyano constituyen el nervio de la Historia de Garcilaso», a decir de Carmelo Sáenz de Santa María. O como señala el erudito de la orden de la Merced González de la Rosa, quien lo considera «fuente principalísima de Garcilaso».

Flores Galindo hablaba de “la radical incomunicación de dos mundos diferentes”. Íbico Rojas coincide con este diagnóstico que es bien sabido, aunque la forma en cómo describe el contexto resulta ilustrativa. Nos topamos frente a la oposición de dos universos de raíz opuestos. Pese a la experiencia plurilingüista europea en los jesuitas –pues es muy posible que como San Ignacio de Loyola los demás miembros fundadores fueran también políglotos– era una destreza atenuada porque en Europa «compartían experiencias culturales iguales o similares y de no ser así, por lo menos compatibles. […] pero allende del Atlántico, en las indias occidentales, las lenguas eran tan diferentes y numerosas como las culturas».

Para entender mejor esta génesis, el autor cita a Porras Barrenechea cuando señala que «las concubinas indígenas, por lo general, solo habrían cumplido un “rol pasivo”, sumiso, y de una ternura efímera y clandestina, sin una intervención directa, afectiva o material al lado de los rudos dominadores. Ni esposas ni amantes, sino simples siervas para las caricia o placer momentáneo»; es decir, degradadas a categoría de mancebas. Fruto de una de estas relaciones, entre uno de los primeros conquistadores, el capitán Luis Valera, y una chachapoyana emparentada, al parecer, con la nobleza cusqueña, fue Blas Valera.

¿Suerte de paralelismo o coincidencias del destino entre la vida del Inca Garcilaso de la Vega y el jesuita? Sus padres, por diferentes mas similares circunstancias, optaron luego por el camino del convencionalismo social y legal español de la época; uno, reanudando su vida conyugal con la esposa venida de tierras ibéricas; y el capitán Garcilaso de la Vega, desposando a Luisa Martel de los Ríos en desmedro sentimental y familiar de la india Isabel.

Como es de suponer, Blas Valera adquirió la lengua quechua de su madre y la castellana de su padre en forma natural. Íbico Rojas continúa su explicación señalando que su «endoculturación –marcadamente bilingüe– incidió en el desarrollo de la nueva competencia que tuvo en ambas lenguas, y a su vez, le facilitó la compresión precoz de las diferencias radicales entre las culturas de los progenitores ».

De todas formas, pese a sus múltiples ocupaciones, estuvo el padre del futuro jesuita solícito en una formación académica sólida para su vástago al punto que contrató clases externas. Más tarde, de adolescente, es enviado a estudiar a Trujillo. Hacia 1568 ingresa al Colegio Mayor de San Pablo en Lima. Y posteriormente es enviado a Cusco convertido ya en hermano.

Con el tiempo se hace fama este novicio de la Orden por su reconocida competencia lingüística. Lo que sorprende es su erudición, domina el latín, el quechua y el aimara. «Llegó a aprender la descodificación de los mensajes en los quipus, tanto de información numérica, como de información general y literaria, así pudo conocer las leyendas y los mitos incaicos, en especial, los impregnados de devoción religiosa». Entendía lo compleja de la tarea por la radical diferencia «de los dogmas, símbolos y rituales sin correspondencia semánticas ni sígnicas en las lenguas andinas». Por tanto, fue eje fundamental en las campañas evangelizadoras. Contribuye en la conversión de curacas y evangelización de niños e incluso impartió clases de gramática española ya en Cádiz.

En gran parte de Blas Valera. Primer cronista, poeta y lingüista peruano subyace una serie de hechos que hacen ver que su misma condición de mestizo le jugará en contra, súmese la de hijo ilegítimo, y condenará al anonimato de su obra. Se enfrentó a la ortodoxia de la doctrina cristiana frente a su pensamiento crítico y de justicia que le brindaba su inteligencia, personaje incómodo para algunas cabezas dentro de la Orden –había sido una afrenta sus dotes intelectuales y haber participado en el cónclave más importante de la iglesia peruana–, no por fornicador como se le había acusado, sino por tratar de reivindicar la lengua y la cultura incaria. Se elevará una denuncia por pecado de solicitación, acto que le complicará la existencia hasta su muerte. Al parecer la orden venía de muy arriba y es desterrado a España en 1592.

Pero ¿por qué de ese anonimato o ese escamoteo de su trabajo intelectual? Íbico Rojas –quien ha sido docente universitario en las universidades nacionales de San Marcos, Agraria La Molina y Federico Villareal–, ensaya una explicación.

Tras el saqueo de Cádiz por los ingleses, en 1596 –Valera morirá al año siguiente desterrado en un monasterio de Málaga–, en una situación enrevesada donde se mezclan versiones de que su trabajo intelectual fue requisado, se perdieron sus cientos de miles de páginas –que incluían cinco tomos gruesos que fueron devorados por las llamas–, o quedó entreverada, o fue entregada a un ajeno; sea como fuera, lo poco que quedaba de los manuscritos del padre Valera terminaron en manos del Inca Garcilaso de la Vega.

¿Qué perdura de esta historia con minúsculas y mayúsculas? En sentido estricto –salvo en Chachapoyas, donde es considerado una figura mayor–, cuando se hace el listado de precursores de la patria, desde un orden cronológico, tendríamos que considerar a Blas Valera, cuyo entender visionario y adelantado para la época ha permanecido entre las sombras por siglos.

En Blas Valera. Primer cronista, poeta y lingüista peruano, tanto para lingüistas, historiadores, sociólogos, entre otros, hay por escarbar. Más allá de su obra, y de ser el influjo para el Inca Garcilaso, gracias al conocimiento coordinado de dos mundos, a los que solía saltar de un lado a otro con agilidad, se tendrían que haber sentado las bases de un Perú ya carente de prejuicios, sin tantas taras. No ha sido así hasta ahora.


Escrito por

Marco Antonio Panduro

Nacido en Iquitos (1974), autor de APUNTES PERDIDOS (2020) & LOS AMANTES DE MI ABUELO (2023)


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