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Cuando la disciplina no importa

La vigente crítica de González Prada, esta vez vista desde el campo de la Educación.

La burocracia y el papelucheo del oficinista consumado son una forma de esclavitud, una forma, además de enajenación, de servilismo, de genuflexión y de poca valentía.

Marco Antonio Panduro Gonzales

Publicado: 2016-10-01

Es una percepción personal, pero debe haber un divorcio tangible entre literatos y pedagogos peruanos. Mientras por su misma formación los maestros se apoyan en estrategias que facilitan la comprensión de un texto; los “bohemios”, por su misma “deformación”, desestiman la importancia de estas fases, pues una lectura libre es mucho más provechosa que seguir a pie juntillas las estrategias metodológicas que se aplican en la escuela. En efecto, la escuela enseña a leer, pero el gusto por la lectura viene de casa, aunque bien vale la pena aclarar que no es una máxima y puede que en casa del herrero alguien acabe comiendo con cuchara de palo. Y si bien Rousseau no tenía ni casa ni libros, se decía que había leído mucho y sin método, llevado por su espíritu vagabundo, tomando libros de aquí y de allá, devorando todo libro cuanto le cayera en las manos.  

No es el único caso. Los dos ejemplos más eximios en nuestra Latinoamérica son Borges y Octavio Paz; aquellos que desestimaron las cuatro paredes de un salón de clase porque no es un lugar del amor a la lectura y más bien es espacio restrictivo de la imaginación. Quienes aman la lectura, descubrieron los libros en casa y en solitario. Quienes aman la lectura, aman la libertad y respetan la libertad. ¿A estas alturas de la historia del Perú, aquella frase de González Prada: “Con las muchedumbres libres aunque indisciplinadas de la Revolución, Francia marchó a la victoria; con los ejércitos de indios disciplinados y sin libertad el Perú irá siempre a la derrota”, tendrá algo que ver con la educación peruana y su fracaso secular? Y esto en nombre de la libertad del individuo.

La burocracia y el papelucheo del oficinista consumado son una forma de esclavitud, una forma- además de enajenación- de servilismo, de genuflexión y de poca valentía. En ese sentido, la escuela vendría a ser la génesis de este servilismo. Basta remontarnos a los inicios de estos individuos en escuelas que son espacios para el adoctrinamiento y no el para el juego, el pensamiento crítico, ni la reflexión e imaginación. Por eso González Prada termina cerrando esta frase que- a nuestro juicio- es casi una sentencia: “Si del indio hicimos un siervo, ¿qué patria defenderá? Como el siervo de la Edad Media, solo combatirá por el señor feudal.” 

En efecto, no existe identificación ni identidad, ni lo habrá mientras se continúe con el firme propósito de alinear a todos. Una sociedad que ha crecido y que crece bajo la lupa de la supervisión está condenada al fracaso, pues creer que en la uniformidad obediente es la clave del éxito, es pensar que somos productos en serie. Una de estas muestras es la traición a su casta, a su gente por parte de quienes se encuentran en primera línea; sino veamos a nuestros políticos que antes de son unos y después de resultan irreconocibles a lo que prometieron y su monserga que engatusa sucesivamente a los votantes cada cinco años. De ahí se explicaría nuestros altos niveles de corrupción, “compatriotas” que ante la mínima oportunidad rasguñan el erario público, aquella gente cree que el Perú es un botín, y no la patria. Aquellos mismos ladrones quienes empujados por la masa, comenzaron cantando el himno nacional de un país que les ha dado muy poco en los patios de escuela y haciendo lo que los demás hacían porque los demás lo hacían.


Escrito por

Marco Antonio Panduro

Nacido en Iquitos (1974), autor de APUNTES PERDIDOS (2020) & LOS AMANTES DE MI ABUELO (2023)


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