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Un parcours ambientado en la Lima, la caótica

Al margen de la coyuntura cuando fue escrito este artículo, vale la pena leerse. Al parecer en el remedio a la anarquía en nada se ha avanzado en nuestro país y así como existen las pandemias, la anarquía esta, el caos serían nuestra tara histórica.

Marco Antonio Panduro Gonzales

Publicado: 2016-09-24

Un chofer de combi no tiene más en la cabeza que recorrer su ruta la mayor cantidad de veces en un día; es decir: ir de paradero en paradero recogiendo cuanta gente pueda- aunque esto de paradero es solo un decir. Todo vale en esta competencia informal por el pan de cada día como, por ejemplo, parar la marcha del vehículo sin previo aviso y recoger a más pasajeros en media pista. Y así, desde una vista aérea, un mar de combis, custers, microbuses y autos afean el paisaje urbano. Toda desobediencia está permitida: pasarse la luz roja, tomar un atajo o dar la contra al policía que hace señas para que se avance; pues desde que comenzó la jornada en horas de la madrugada recorrer pasajeros es lo que tiene en mente.

Cuando al ex presidente Humala se le acusó de haber recibido apoyo financiero de parte de los mineros ilegales, estábamos siendo poco objetivos. Es fácil mirar la paja en el ojo ajeno. Humala, antes que presidente, fue un ciudadano peruano común y como muchos peruanos es solo la representación de su cultura, de la idiosincrasia en la que está inmerso, en este caso la cultura del “todo vale”, la de la "chicha", la de la cultura "combi", como se dice. Todo sirve con tal de llegar a la meta. En Humala, su objetivo fue la presidencia. Él tenía en mente eso y es lógico entender su actuar- no confúndase con justificar. ¿Por qué entonces no aceptar una ayudadita de un grupo que a sabiendas de cometer delitos graves de todo orden, de atentar contra la ecología, de explotar personas, de depredar recursos y toda la secuela que acarrea una actividad ilegal, si el ex comandante quería ser presidente? Ya después se arreglaría todo, cuando a bordo del barco se encontrasen tirios y troyanos, creyentes ilusos y decepcionados descreídos, nacionalistas de cepa y conservadores de abolengo, en fin, un Arca de Noé político. ¿Que a quiénes se echó por la borda en la travesía? Es una historia a contarse en otro capítulo.

Ahora bien, para el ciudadano que se moviliza en bus, para el conductor común, llegar al trabajo es su meta esta mañana. Así que baja donde el cobrador y al chofer se le ocurran. No discute, no exige que el vehículo se estacione primero donde dice PARADERO; se mantiene en su trece, él también tiene en mente algo: llegar al trabajo. Así que evitar unos minutos de discusión, de exigir sus derechos son minutos valiosos y prescindibles. Para el conductor común- aquel asalariado endeudado ya para los próximos tres años-¡ni hablar! Si hay congestionamiento vehicular, optará por tomar una vía prohibida con tal de llegar antes, ir en contra y todo lo que tenga que ver con desobedecer normas, porque tiene que llegar al trabajo. Esa es su meta. Pero eso sí, le soltará una lisura de grueso calibre al chofer de la combi que acaba de cerrarle el paso.

Pretender una resistencia ciudadana, hay que verlo con escepticismo en el Perú, si de sentimiento colectivo se trata. El país de los Incas es ya una sociedad donde el neoliberalismo que estimula el individualismo y el egoísmo ha hecho mella en la identidad nacional- si es que esta alguna vez tuvo trazos definidos y claros. De manera que va a ser un poco difícil obtener una respuesta como protesta genuina y masiva frente a todo este caos y desorden, más aún si una sociedad como la peruana- enfoquémonos en la limeña: Lima es el Perú y el Perú es Lima- arrastra una tara histórica de andar con la cabeza gacha.

Criticar a quienes nos gobiernan o al menos quienes se sientan en alguna butaca preferencial, también al chofer de combi y a todo cuanto energúmeno que “cohabita” en esta urbe, vendría al caso si nos opusiéramos en actitud a ello. ¿Cómo saberlo? Mirémonos en el ojo propio y preguntémonos si esta sociedad no marcha así porque sus individuos hacen el colectivo de la anarquía, de la cultura "chicha" que al parecer en el fondo nos encanta y la robustecemos sin darnos cuenta.


Escrito por

Marco Antonio Panduro

Nacido en Iquitos (1974), autor de APUNTES PERDIDOS (2020) & LOS AMANTES DE MI ABUELO (2023)


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